COPCE
Colectivo de
Pensamiento Crítico
Estudiantil

Primera Edición

En la portada se ve representada la división platónica del alma humana, por medio de tres bandejas sobre las que se encuentran servidos los órganos en los que el filósofo ubica dichas almas: la primera, con un cerebro, alma racional facultada para el conocimiento y de la cual proviene la razón; otra con un corazón, alma emocional o irascible, hogar de la voluntad y el valor, y en la cual se manifiestan los sentimientos; y una ultima con un estómago, alma concupiscente, sexual, creativa o apetitiva del hombre, de la cual brota toda pasión o placer. Estos órganos se encuentran dispuestos a ser devorados por el esqueleto de un hombre con cráneo de zorro, que simboliza a la política, cuyo significado es que esta última se alimenta de los pensamientos, emociones y deseos de los hombres.
Diseño:
Iván Andrés Benavides Carmona
Diseñador Gráfico
Universidad Nacional de Colombia
La estructura de la academia tradicional establece una fragmentación del conocimiento en disciplinas aisladas y separadas. Al fragmentar el conocimiento, se fragmenta la realidad y la propia conciencia. Con ello se llega a una visión estrecha y limitada de la realidad natural y humana; se subvalora la historia y los procesos sociales como totalidades articuladas. Se percibe la realidad como inmutable y eterna.
Se impone así mismo la dualidad entre la teoría y la práctica, entre la ciencia y la técnica, entre el sujeto y el objeto. De este modo se crea una ruptura mecánica entre la academia y el conjunto de la sociedad; entre el conocimiento y la realidad cotidiana.
La fragmentación adquiere así rango epistemológico e incluso ontológico. Ya no es simplemente una herramienta metodológica de análisis, un “momento” del proceso del conocimiento, sino que se convierte en la realidad misma, fragmentada, inconexa, inalterable. Por otra parte, el postulado, todavía hoy imperante, de la supuesta homogeneidad epistemológica entre las ciencias naturales y las ciencias humanas reduce la sociedad a un conjunto de parcelas desconectadas: política, economía, derecho, etc. Cada parcela aparece a la conciencia con independencia y vida propia, como si la realidad social estuviese parcelada en sí. El positivismo sociológico y el individualismo metodológico son consecuencias de esta estrechez de pensamiento que considera, a veces sin confesarlo, a la ciencia natural (cuyo marco epistémico no es infalible) como modelo ideal para entender la realidad social. La fragmentación de las disciplinas elevadas a dignidad de ciencia, la historia sin sujeto, el sujeto sin historia... en última instancia, “la metafísica de la impotencia política”.
En este contexto los estudios interdisciplinarios no alcanzan. Ellos se convierten, en la mayoría de casos, en una simple reducción o subsunción de una disciplina en otra. Sería necesario crear categorías transdisciplinarias, más ricas en contenido.
Este conjunto de supuestos ideológicos y metodológicos de la academia tradicional también guarda relación con la rígida jerarquización de la estructura universitaria: La convicción presente en no pocos académicos de que la ciencia es “neutral”, que la democracia universitaria no puede hacerse realidad, pues “la ciencia misma no es democrática” (reduciendo burdamente el concepto de democracia a las elecciones y los votos, y olvidando que la ciencia es una empresa social compleja), que la tecnocracia (el criterio de los expertos) es el único modelo válido de dirección universitaria y que la ciencia misma es intrínsecamente benéfica (no tiene cargas ideológicas implícitas) y por lo tanto su uso, sea perjudicial o en beneficio social, no tiene nada que ver con la práctica académica.
Entonces, ¿la academia tradicional basta como herramienta para comprender la realidad social en el contexto colombiano?, ¿Las “modas académicas”: posmodernismo, posestructuralismo, pos-marxismo, etc., mayoritariamente foráneas y traídas a nuestras aulas sin beneficio de inventario, son herramientas efectivas para entender a fondo los problemas de la realidad colombiana y contribuir en su solución?, ¿no es hora ya de pensar con cabeza propia, de superar, al decir de Falas Borda, el “colonialismo cultural”, tan caro a nuestros académicos y dirigentes?.
Esta revista es un intento por aportar, desde nuestras modestas fuerzas, en el fomento y desarrollo de una ACADEMIA CRITICA, transdisciplinaria, que percibe la realidad como totalidad integrada, que no separa ciencia de ideología, juicios de hecho de juicios de valor (algo que ingenuamente muchos académicos creen posible, impregnados de la escuela positivista, no tan ingenua). Academia que entiende la teoría y la práctica en unidad indisoluble, la reflexión la acción como momentos integrados e inseparables. Que no ve una separación tajante entre la ciencia y la técnica, entre el pensar y el hacer, y por ello mismo considera el conocimiento en una doble función: la solución de enigmas de la naturaleza y la sociedad, y como herramienta de solución a problemas sociales para el beneficio colectivo.
Es una invitación a pensar con cabeza propia, a rasgar las vestiduras del colonialismo cultural y enarbolar con orgullo las banderas de la imaginación y la creación propias. La academia no como intelectualismo pedante e impotente, sino como herramienta de transformación.